...cabe en el fondo de mi armario,cuando me visto de venas y vuelos y la vida se hace hambre


lunes, 21 de junio de 2010

Morning Glory

No words this time?
No words.
No, there are times when nothing can be done.
Not this time.

Leonard Cohen - Morning Glory



Aquella noche cerré la puerta.
Decías que te estremecía tanto frío, que era insoportable la rutina en el polo.
Hicimos dos hogueras, una cada uno, uno en cada esquina.
Incontrolables, se expandían quemando rastrojos y cociendo el barro que pisamos al escapar.
La casa se llenó de humo,
de fuego y de cigarrillos.
Llovía.
Abriste la ventana mientras gritabas que sabías huir.
Escarbando bajo el colchón, en ese hueco triste que nunca se corre,
un paraguas.
Lo empuñabas, cerrado, y desapareciendo apuntaste a los ojos.
Aprovéchalo por la mañana...



Laconcienciadebaco

sábado, 19 de junio de 2010

José de Sousa Saramago

escritor, novelista, poeta, periodista, exiliado, comunista, revolucionario, Nobel, ateo, persona...

"Mañana es la única utopía"


Laconcienciadebaco

sábado, 12 de junio de 2010

De cuando estuve loco

"De cuando estuve loco aún conservo
un par de gramos de delirio en rama,
por si atacan con su razón los cuerdos
y un viento fuerza seis de tramontana;
el vicio de escribir por las paredes
pareados de amor, y la manía
de buscarte entre todas las mujeres
que en horas bajas me hacen compañía."



Joan Manuel Serrat - "De cuando estuve loco"


Laconcienciadebaco


viernes, 4 de junio de 2010

Ausencias




La ausencia no es tal. Porque la vida deja un rastro. La vida es celebración y tras toda celebración queda un rastro de serpentinas, confetis y botellas vacías. Y así, ese rastro, esparcido por toda la casa, nos recuerda que una vez estuvimos vivos. Siguiendo el rastro encontrarás tu propia silueta enmarcada con tiza sobre el suelo de la cocina, la huella dactilar de una sombra en una copa huérfana sobre la encimera, un cigarrillo fumado a medias, unos arañazos en la escalera, una vieja fotografía prendida con imanes en la nevera, un espejo indiscreto que te ofrece el reflejo del hombre que usurpó tu cuerpo dejando sin vida la mirada de antaño y te preguntas que habrá sido del muchacho cuya risa brillaba como el hielo que ahora dejas caer sobre el gin tonic terapéutico.


Caminas por la casa oyendo como cruje bajo tus pies el parqué del pasillo, como quien camina por un lago helado temeroso de que se abra el agua a sus pies. Al llegar a la habitación descubres oscuras aves volando en círculos sobre la cama, y tú tratas de espantarlas agitando el pañuelo de la nostalgia o poniendo un disco de Jacques Brel a todo volumen. Pero las aves burlonas se posan sobre el espantapájaros que levantaste y comen de tu mano el grano del desconsuelo con el que antes confeccionabas collares que abrazaban cuellos de cisnes y sirenas.


El día humedece la tarde con el perfume de otros días. Nada tiene más memoria que el olfato. Y hay perfumes que taladran el pecho como el primer cigarro, como el aire helado de la madrugada.


La ausencia está en todo: en los libros de la mesilla, en las toallas, en la ropa tendida, en la carta dormida en buzón. Durante un instante te quedas colgado mirando un rincón en la pared en el que las arañas tejieron su red, o te quedas hipnotizado mirando un televisor que parpadea con luz estroboscópica: nada que ver, nada que hacer.


Agarras el teléfono y dejas un mensaje en un contestador. Una bengala iluminando un océano oscuro, un mensaje de auxilio. Hola soy yo. Tres pulsos cortos. Ha amanecido tarde este día. Tres pulsos largos. Bueno, si tienes frío o tiempo me llamas. Tres pulsos cortos. Cuelgas.


La pena extiende una película impermeable por toda tu piel, y por ella resbalan noticias y deberes. Bebes entonces con autocomplacencia el licor dulzón del aburrimiento y te preguntas como era tu vida antes de que todo fuese naufragio.


Pero entonces sientes que algo te agarra de las solapas y te levanta del sofá al que estabas atornillado. Cabreado, recuerdas todo lo que queda pendiente. Recuerdas lo afortunado que eres por haber asistido al alumbramiento de unicornios y pegasos, a la lluvia de meteoritos que dibujó el cielo de tu vida tantas noches de verano, y reconoces en la ausencia que habita toda la casa retazos del muchacho que desapareció de el reflejo ofrecido por los espejos en los que te miras. Eres tú. Estás de vuelta.


Huyen las aves. El dibujo de tiza en el suelo de la cocina ya no es tu silueta, es una rayuela sobre la que saltan hadas y faunos. Levantas la persiana y un alud de sol arrastra telarañas y serpentinas limpiando de espectros la casa. Sales a la calle. Es viernes. Es primavera. Es pronto. Recuerdas la leyenda tallada en el reloj que ahora murmuras con una media sonrisa que creías olvidada: acuérdate de vivir.




Ismael Serrano.





Laconcienciadebaco